Los que somos unos apasionados de esto de la educación y no sólo de la formación buscamos constantemente formas nuevas de acercarnos a nuestro alumnos, de comunicarnos con ellos, de sacar lo mejor de todos esos chicos y chicas que tenemos sentados en nuestro aula al menos tres horas a la semana.
A veces se hace difícil, lo reconozco, hay tanto que hacer, unos temarios tan apretados y tan poco tiempo para todo que dedicar una de nuestras clases a charlar con ellos, a poner en práctica nuevas actividades que nos puedan ayudar a llevar el curso de una forma más agradable se puede llegar a convertir en una misión imposible y más si no somos sus tutores. Yo soy de la opinión de que todos somos tutores de cada uno de nuestros alumnos, por mi propia experiencia la mayoría de ellos buscan en nosotros una mirada, una sonrisa que les haga saber que estamos ahí cuando nos necesiten y que además de clase de Sociales o de matemáticas les vamos a escuchar y a ayudar.
El fin de semana pasado participé en un curso de coaching para profes en el que maestros de infantil, primaria y profes de secundaria compartimos experiencias y nos planteamos si había cosas que seguíamos haciendo porque siempre se habían hecho así, comportamientos heredados de nuestros antiguos profesores y de nuestros compañeros.
Debemos por lo tanto recapacitar, pensar y dejar que los chicos piensen por sí mismos, buscar soluciones alternativas al castigo cuando el comportamiento no sea el adecuado y ponernos en su lugar.
Foto vía Edutopia.org
Los profesores, sobre todo los de secundaria, a veces vemos a nuestros alumnos tan mayores, tan altos, que cometemos el error de pensar que son adultos, que son capaces de estar sentados y callados durante 7 sesiones lectivas al día sin hablar, bromear o jugar, imposible, de hecho yo tampoco soy capaz de hacerlo. Pero quizá podríamos utilizar en nuestro propio beneficio esas ganas de jugar.
Todos sabemos que el trabajo colaborativo, el ABP o PBL es la nueva manera de trabajar en los centros, pero también que en cuanto mencionas las 3 palabras malditas “trabajo en equipo” en clase el drama está servido, si eliges tu los grupos malo, si los eligen ellos peor.
Foto vía The Zoom
Algunas de las prácticas que nos enseñó Laura Gómez, de Gómez Garre Coaching en su curso fue un juego muy sencillo, ella le llama chiribisquis, y así le he llamado yo también pues lo he probado ya esta semana en mi clase de Ciudadanía de 2º de ESO y debo decir que con un muy buen resultado.
Me animó a probar esta nueva técnica el hecho de que la semana anterior llegasen estos alumnos a mi clase de Sociales con un disgusto tremendo por los trabajos en equipo y que ellos mismos me pidiesen que lo hablásemos así que, después de hablarlo aquel día y de ir al curso esa misma tarde y el sábado decidí que el lunes era buen momento para empezar con el coaching.
El juego consiste en dividir a los chicos por grupos, intentando no juntar a los equipos de siempre ni a los mejores amigos, darles un taco de papeles y un lapicero y pedirles que los corten y dispongan de una manera determinada para crear los llamados chiribisquis en 3 minutos.
El producto en sí es lo de menos, lo importante es ver por un lado de qué se ve capaz cada equipo, si se saben organizar como equipo, si hay un líder y verles progresar y adaptarse a sus resultados. Les escanta pensar que cada equipo es una pequeña empresa y cómo no su espíritu competitivo aflora inmediatamente.
Les dejamos tiempo para pensar una estrategia y decidir cuántos chiribisquis son capaces de hacer y después jugamos. Repetimos el juego al menos tres veces y posteriormente, analizamos los resultados. ¿Son más o menos optimistas?, ¿han ido mejorando su estrategia y por lo tanto sus resultados?, ¿trabajan bien en equipo?
Cuando terminamos les pregunté si sabían para qué habíamos jugado y me sorprendieron las respuestas, a pesar de que es un grupo que lleva junto desde primaria era la primera vez que trabajaban en equipo con algunos de sus compañeros, me dijeron que lo había hecho para que se conociesen y se respetasen.
Desde luego les encantó, algunos incluso se pusieron a practicar en casa para ganar velocidad y se han pasado toda la semana pidiéndome jugar otra vez.
Parece mentira que unos trocitos de papel puedan significar tanto, ¿verdad?
