Hace ya bastante tiempo que no escribo en el blog y lo vuelvo a hacer hoy después de unas oposiciones bien llamadas “suicidas”, de un fin de curso estresante y de un mes de julio no mucho más relajado. Me vuelvo a sentar frente al ordenador para escribir unas líneas sobre este asunto que tanto me interesa y me preocupa, la motivación del profesorado o mejor dicho, la falta de ella.
El otro día, leyendo un interesante artículo en El Mundo en el que el catedrático Pedro Sáenz-López afirmaba que “es más imprescindible la motivación del docente que la del alumno”, decidí retomar este asunto.
Cuando programamos, en el apartado de Metodología incluimos siempre la Motivación del alumnado, añadimos aspectos relacionados con la gamificación, el trabajo colaborativo, etc., pero parece que nos olvidamos de que un profesor desmotivado difícilmente puede motivar a sus alumnos, pero ¿qué es el profesor aparte del recurso fundamental junto con los alumnos para que se produzca el proceso de enseñanza-aprendizaje?
Ya se que muchos nos auto-motivamos, nos apuntamos a miles de cursos, ideamos metodologías nuevas, nos pasamos los nueve meses de curso más el periodo de vacaciones sin dejar de pensar en cosas nuevas que hacer pero, ¿hasta cuando? Año tras año, veo profesores que han perdido las ganas, que solo hacen un curso si da puntos para el concurso de traslados, que te dicen que lo sienten pero que no cuentes con ellos ni para excursiones, ni para preparar días especiales, ni para nada que se salga de lo estrictamente necesario, ¿nuevas metodologías? ¡ni soñarlo! o te dicen esa frase que me dijo a mi mi tribunal de oposiciones este año: “si, si, muy bonito todo pero yo en mi clase no puedo hacer eso”.
Hablar de desmotivación conlleva en muchos casos hablar de estrés que, en ciertas profesiones, especialmente las vocacionales como la nuestra y las que conllevan un trato constante con otras personas, se materializa en el llamado síndrome del burnout que en castellano sería el síndrome del trabajador quemado, y que se define como estrés prolongado, cansancio emocional, despersonalización y baja realización personal. Desde los años ’70 se empezó a manejar este concepto, pero no quedó perfectamente claro hasta que Herbert Freudenberger y posteriormente Christina Maslach centraron sus estudios en él.
No debemos confundir el burnout con el estrés aunque este último sea una de sus manifestaciones, de hecho, tendemos a pensar que cierto nivel de estrés es normal e incluso puede llegar a tener un efecto positivo en nuestra vida laboral, mientras que, en el caso del burnout nunca es positivo y es la última fase de un proceso de desencanto y desmotivación con el trabajo.
Pero ¿cuáles son las razones que lo provocan?, desde luego no hay una única razón, la sobrecarga de trabajo, el exceso de burocracia, la ausencia de desarrollo profesional, la falta de tiempo, etc., son solo algunos de los factores que pueden provocarla.
¿La solución?, desde luego lo primero es darse cuenta de que estamos entrando en este proceso e intentar ponerle remedio. Espero que llegue el momento en el que tengamos más tiempo, más horas para preparar las clases, más apoyo por parte de la administración, un acceso justo a la función docente, etc. y que no dejemos de intentar conseguirlo hasta que lo logremos, pero, hasta entonces lo mejor que podemos hacer es darnos cuenta de la importante tarea que nos traemos entre manos , buscar un centro en el que estemos a gusto en el que la dirección se esfuerce por ayudarnos a estar motivados, que nos ofrezca la posibilidad de seguir formándonos o hacerlo por nuestra cuenta si no es así, tratar de hacer cosas diferentes, probar metodologías nuevas, aprender a usar las TIC o lo que haga falta para sentirnos satisfechos con nuestro trabajo, para ir trepando en esa pirámide de Maslow y conseguir el reconocimiento y la autorrealización, tan importantes para estar motivados y, sobre todo intentar disfrutar de nuestro trabajo porque, por más que cambien las condiciones, si no hacemos esto último nada habrá cambiado.
Y si quieres saber si lo sufres aquí tienes el cuestionario creado por Christina Maslach y Susan Jackson en 1986 y recogido en su Maslach burnout inventory manual.